Si has estado en Guiglia al menos una vez, es imposible que no hayas oído hablar de los borlenghi. Finos, crujientes, aromáticos, son más que una especialidad local: son una verdadera declaración de amor por la cocina del Apenino Módenés.
En nuestro restaurante los preparamos según la tradición más auténtica, la que se transmite de generación en generación en las familias del pueblo, y cada vez que los llevamos a la mesa cuentan una historia antigua, hecha de sencillez, ingenio y sabores verdaderos.
¿Pero qué son exactamente los borlenghi?
Un “papel” que se come: ¿qué es el borlengo?
El borlengo es una hoja finísima, hecha con una masa de agua, harina y una pizca de sal, cocida sobre una placa ardiente llamada cotto, luego se rellena con la mítica cunza – una mezcla de tocino, ajo y romero – y se pliega en cuatro, como un sobre lleno de sabor.
A simple vista puede parecer un primo pobre de la crêpe o la piadina, pero cuidado con las comparaciones: el borlengo es una receta única e irrepetible, que vive solo aquí, entre las colinas y los castaños del alto Módena.
Una receta que nace de una leyenda (y de mucha creatividad)
Los orígenes del borlengo se pierden en el pasado y se entrelazan con una leyenda popular: se dice que nació como plato de resistencia durante el asedio al castillo de Montevallaro, en 1266.
Según la historia, los sitiados, con pocos ingredientes a su disposición, habrían preparado esta masa líquida, cocinándola sobre piedras calientes y rellenándola con lo poco que tenían.
Desde entonces, la receta ha evolucionado, manteniéndose siempre como un plato “pobre” pero genial, capaz de transformar pocos ingredientes en una delicia que conquista hasta los paladares más exigentes.
El borlengo hoy: una fiesta de sabor
Hoy en día, los borlenghi se disfrutan en casas, restaurantes (¡como el nuestro!) y sobre todo en las ferias y fiestas del territorio. Cada año, Guiglia dedica a esta especialidad la Sagra del Borlengo, donde se pueden probar versiones tradicionales y reinterpretaciones creativas.
Nosotros, sin embargo, seguimos fieles a la receta de siempre, la que huele a chimenea encendida, domingos en familia y charlas en dialecto. Prepararlos requiere tiempo, atención y una buena dosis de experiencia – pero el resultado compensa cada esfuerzo.
¿Nunca has probado un verdadero borlengo? Ven a visitarnos. Lo servimos caliente, crujiente, recién hecho. ¿Un consejo? Olvídate del tenedor y el cuchillo: el borlengo se come con las manos, entre risas y una copa de Lambrusco.